"Qué luna, ¿no?", dije. Ella no contestó. Su palidez, de todos modos, era como un comentario.
El Pretendiente, Andrés Caicedo.
Fue sólo un escalofrío. No digo que haya sido la luna, no, ¿pero qué fue? Hubiera entrado corriendo a mi casa, sino fuera porque me gustó sentir el escalofrío: que estaba bien quieto y me movió todo, de arriba para abajo, con este calor que hace, que no se movía una sóla hoja.
Noche sin Fortuna, Andrés Caicedo.
... Sí, efectivamente, la culpa tiene que ser de la luna... y, ¿de quién más???