Monday, April 19, 2004
Si abría los ojos, la luz me lastimaba y el ardor era casi insoportable. Entonces los cerraba y venían a mi mente mil imágenes, sueños, recuerdos. Me concentraba y pasaban por mi cabeza muchísimas ideas a la vez, como rayones rapidísimos, líneas que iban configurando algo. Como pedacitos de un mapa. Escuchaba. Escuchaba esas voces que, comúnmente, me eran tan familiares pero que, si las escuchaba detalladamente y reflexionaba al respecto, decían mucho más. Tanto que no eran fáciles de comprender. Siempre había algo nuevo en ellas, más razones y un puente que se tendía por encima de lo que fuera, un puente que ayudaba a atravesar lo que fuera, que podía crear una cercanía inmediata sin importar cuánto hubiera en medio. Con esa cosa irracional que no puedo describir, que a veces me asusta y que, casi siempre, no puedo manejar. Me acordaba de esas cosas que me hacían feliz o me hacían llorar, de las que me calmaban porque decían que todo iba a estar bien, de las que me daban una esperanza… Pero, nunca falta el imbécil que interrumpe y adiós encanto.