Por Favor, No Más Tiempo, Muchas Gracias
“Decir que mis días están contados no tiene sentido; así fue siempre; así es para todos. Pero la incertidumbre del lugar, de la hora y del modo, que nos impide distinguir con claridad ese fin hacia el cual avanzamos sin tregua, disminuye para mí a medida que la enfermedad mortal progresa. Cualquiera puede morir súbitamente, pero el enfermo sabe que dentro de diez años ya no vivirá.”
Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar.
Otra vez era de noche y no había ninguna salida. El amanecer del día siguiente sería la misma imagen de todos los lunes y los miércoles a las 6:20 a.m, pensando en lo mismo: en que es tarde, en que ya que, en que se pase rápido el tiempo, en que está haciendo frío, en que ojalá salga el sol pero para qué si allá adentro ni se siente, en que quién sabe qué estupideces habrá que hacer hoy, en que se acabe el día ya pero al fin y al cabo cuando pase ya no quedará tiempo ni ganas para nada más otro día perdido a favor de extraños y del tedio. 7:58 p.m. y la hora titilaba en el reloj sin parar, como si fuera una bomba que iba a explotar cuando el contador llegara a 00. 7:59 p.m. cada segundo es como un respiro menos que tomar, cada minuto como un centímetro más que se hunde el puñal. 8:00 p.m. BANG-BANG!!! Nada pasó… Es cierto aquello de que “nada nos deja más en soledad que la alegría si se va”. El abandono otra vez. Volver a añorar cosas, volver a esperar, a seguir esperando a ver qué rayos pasa. Súbitamente volvió esa imagen del sujeto aquel cuya novia acababa de tener una niñita, imagen encadenada a la de una tarde en un parque viendo jugar un montón de niños animados por sus fanáticas madres. Luego, esa extraña sensación de rechazo, acaso de repulsión, de lo horripilante que resultaría una realidad semejante. Por favor, no más tiempo, muchas gracias. Pero lo cierto es que las horas acercan cada vez más lo inevitable, indeseable o deseable.