... ¿Y?
Me di cuenta de que tenía el vicio de mirar el reloj cada dos o cinco minutos; cada rato. Y de que, por supuesto, era una adicta al reloj. Después me acordé de imágenes que venían desde mis 6 años, sobre cosas que sabía que andaban muy tensas, aunque no las entendiera bien. De un encuentro fortuito con mi padre, un mediodía hace unos 4 años y de lo feliz que me sentí, del recuerdo que esa situación suscitó en mí acerca de lo protegida y segura que me sentía junto a él cuando era pequeña, y que aún seguía ahí. De un lugar que frecuentaba mucho con Alicia, Martha, Xime, la paisa, y hasta Laura. De ellas me acordé. Pero ahora, ninguna de ellas estaba ahí; es más, ya estaban lejos de mí, al igual que muchas otras personas. Y yo estaba sola, también, tan-bien... Y el frío estaba otra vez en la superficie, y yo ponía esa expresión dura e inconmovible en la que soy tan experta y que me es tan natural. Otra vez no me importaba nada y chasqueaba los dedos muy rápido y muy fuerte para sacar la ira. Y me acordaba de la noche que estuvimos tomando fotos en algún bar y que había un tipo solo, tomando cerveza y escribiendo, igual que yo ahora, excepto por la cerveza. Y pensaba en todas las cosas que omití. Y, tal vez, usara un libro, que alguien me regaló y me pidió que cuidara como mi vida, para escribir.