Hoy también iba a abstenerme de ver a personas a quienes no quería ver, por lo que evitaría hacer cosas de las que, seguramente, me iba a arrepentir y terminaría diciéndome a mí misma: “mí misma, te lo dije”. Todo eso mientras escuchaba historias sin importancia y ponía cara de interés, pese a estarme aburriendo hasta el tuétano por dentro.
Esta tarde de sábado también quise hacer una llamada igual que ese maldito-5-de-julio; pero, igual que ese día, ¿para qué? Y me acuerdo que esa tarde pensaba en lo que escucharía: no es momento para ser cobarde. Era verdad, y nunca lo había sido, pero ahora era diferente. Esto era otra cosa, me estaba muriendo de miedo y de algún remordimiento que me comía a pedacitos. Sin embargo, iba a poder sola y, si no, de todas maneras tendría que hacerlo. Yo era mi único sostén y era el colmo causar más daño del que ya había hecho. Tenía que resarcirlo en algo y, aún así, me estaba saliendo de mí misma. Y hay que ver el tiempo que me demoré en volver...